Al contrario de lo que suelen pensar muchos, la felicidad está plagada de sufrimiento, lleva en ella un dolor insoportable que te quita todas las fuerzas y las ganas de seguir, te tira abajo y no te deja levantar, no te deja pelear. Pero aún así no sabes cómo pero seguís, arrastrandote, rengueando, corriendo, empujandote con la lengua, no se, pero como sea seguís (...) y cuando estas muy atado a alguien, en lugar de separarte más al avanzar terminas acercando a esa persona, tironeas fuerte del lazo que los une porque sabes que no se va a romper, y así se van acercando cada vez más (...) después te duelen los brazos de tanto tirar, las piernas de tanto caminar, las manos de tanto trepar, pero sí llegaste entonces también te van a doler los labios de tanto besar a los que querés, te van a doler los ojos de ver las sonrisas llenas de orgullo de todos los que creyeron en vos, te va doler toda la boca de tanto sonreír, los brazos de tanto abrazar, las manos de tanto saludar y
estrechar amigos que vas ganando, perdiendo, o manteniendo (...) te va a doler la garganta de tanto gritar su nombre, y te van a quemar las lágrimas a la décimoquinta vez que la veas por primera vez, vas a sentir este dolor y muchos más, y sí de casualidad te faltó alguno o directamente no sentiste nada, entonces te queda mucho camino por recorrer, porque la forma más fácil de darse cuenta lo que vale todo el mundo de uno es perdiendolo, pero la única forma de darte cuenta cuanto vales vos, es recuperandolo.
Las Cosas que nunca quise que escucharas
Cuentos Terminales: De amores, confesiones y locuras
T.B.A.
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